Visita del gatito (privado Salazar y Calec)

Calec agitó su cola suavemente y levantó la vista levemente para mirar al ángel, odiaba esas palabras, conseguían que su corazón palpitase como un loco.

Volvió a colocarse boca arriba y rodeó con sus brazos el cuello del ángel, mirándole fijamente a los ojos, notando su miembro, cálido, cerca de él. Aún mantenía su rubor.

-Sí que quiero...-Dijo, desviando la mirada de nuevo, poniéndose de morros, como un niño pequeño. Lo miró curioso, dispuesto a todo.-Bésame, tócame, hazme lo que quieras...soy tuyo.-Pidió, casi en un ruego.-y de nadie más...-Clavó su mirada en los ojos del ángel, de la forma más tierna que le era posible.

Me miró como si estuviese loco, ante lo que parpadeé varias veces detentiendo mis caricias sorprendido. Se volvió boca arriba, y me abrazó por el cuello para acercarse a mis ojos. Parpadeé de nuevo, relamiendome al sentir sus labios tan cerca y no estar saboreandolos.

Parecía un lindo y tierno cachorrito de gatito medio subido a mi y con esos morritos. Sus palabras eran lava deslizándose por mi columna vertebral, y especialmente las cuatro últimas pusieron fin al límite de mi paciencia.
- Y de nadie más... Suena irresistible-. Sonreí de medio lado, antes de lanzarme a besarlo ardientemente. Acataría su mandato. Le besaría, le tocaría, y le haría mio. Y de nadie más. Sólo mio.

Volví a ocupar mi sitio sobre él, dominando desde mi posición todo su cuerpo. Y esta vez, sin dudar, ni detenerme; bajé repartiendo atenciones por su torso hasta llegar al límite de sus boxers. Los retiraría con los dientes, al tiempo que le miraba muy pervertidamente. ¿Qué cara pondría? Me encantaban sus reacciones, tan imprevisibles como tiernas

Respiraba con dificultad tras aquel beso, soltaba pequeños gemidos a medida que Salazar bajaba más y más, cuando se paró en aquel lugar de nuevo. Y ahí era justo donde lo habían dejado, se incorporó ligeramente, apoyándose en sus brazos para mirar al ángel y acariciarle el cabello. Lo deseaba más que a nada ni nadie y también...lo amaba más que a nadie ni nadie en el mundo.

No podía creerse que aquel ángel que lo había humillado de aquella manera ahora estuviese allí, con él y que lo hubiese convertido en un gatito sumiso en tan sólo un día.

Soltó un quejido, por la excitación producida por la cercanía con su miembro, que estaba tan erecto que pensó que rompería los boxer y volvió a tumbarse, se tapó la cara con los brazos para esconder su rubor, mientras soltaba pequeños gemidos que intentaba esconder con los labios fuertemente cerrados, al igual que los ojos.

Sus gemidos eran mi guía y mi música, mi partitura a tocar en su cuerpo... Que ahora me pertenecía. Su rubor era el tempo, y sus caricias la segunda voz perfecta para hacer de acompañamiento. Acariciaba mi cabello al tiempo que me miraba con el deseo impregnado en su mirar.

Una vez tuve la inútil prenda fuera de su perfecto cuerpo, la lancé a que hiciera compañía a sus pantalones y volví a concentrarme en él, tan sólo en él. De nuevo estaba tumbado, y se tapaba la cara ahogando sus pequeños gemiditos entre sus dedos.
Me deslicé hacia arriba, rozando nuestros cuerpos con delicadeza, y con mis dos manos aparté sus dos manos, entrelazando nuestros dedos para poder mirarle a la cara. No me salió ninguna palabra, a pesar de que expresarle cómo me sentía era uno de mis deseos. Pero me pudo más el deseo de besarle, y eso hice. Cuando nos separé, para dejarle respirar, no volví a pasear mi lengua por su cuerpo. Fuí directamente al objeto de mi deseo.

Medio oculta mi mirada por mi flequillo, no dejé de mirarle -con sus manos atrapadas para poder verle bien- para leer en sus facciones. Lamí lentísimamente su miembro viril, desde la base hasta la punta, y esperé ligeramente jadeante su reacción. La lentitud era la clave. Y calentarle hasta que no pudiese con su alma~

Calec notó como era despojado de su última prenda y tragó saliva con dificultad, justo antes de tenerle enfrente, siendo obligado a mirarle. Esos ojos le decían todo lo que necesitaba saber, se moría de ganas de besarle y, por suerte, el ángel obedeció a la petición no pronunciada.

Entonces, sin poder taparse de nuevo la cara para esconder su vergüenza, vio como Salazar se dirigía directamente a "esa zona", soltó un gemido al notar la cálida lengua del ángel a lo largo de su miembro, incluso con un pequeño grito inesperado, sentía que había llegado a su punto máximo de excitación.

-Mal'akh...-Dijo con la respiración entrecortada, mirando al ángel con una expresión de excitación a la par que de inocencia, que habría hecho derretirse a cualquiera y gimió de nuevo, con el rostro enrojecido a más no poder.

No podía despegar los ojos de mis acciones, más que nada porque yo evitaba que se cubriera la cara de nuevo con las manos. Yo sabía que pronto habría de soltarle al menos una para conseguir mis propósitos, pero él no, y eso era lo que importaba. Su gemido fue hondo, desde el fondo de su estómago, rasgando su garganta al pasar por ella.

Pero ese grito fue totalmente inesperado. Y era mi pistoletazo de salida, mi marca para empezar a educarle en el sexo de verdad, no en sucedáneos edulcurados. Me decidí finalmente por soltarle ambas manos, quería las dos mías libres para trabajar en su cuerpo. Me guiaría sólo por el oído. Pero antes, grabaría esa linda carita en mi memoria para siempre. Mío.

- ¿Si?-. Le pregunté, con la misma inocencia en la voz, antes de bajar la cabeza y hundir su rosado capullo en mi boca. Con la misma lentitud con la que hice eso, deslicé mis manos por su trasero, y uno de mis dedos -un índice- comenzó a jugar en las puertas del cielo a llamar haciendo pequeños círculos.

Todo estaba perfectamente planificado, y sabía cómo y cuándo tenía que hacer según qué cosas sobre el cuerpo de mi niño.

Calec pudo ver como el ángel se introducía su miembro en la boca, sentir aquel calor, aquella humedad, aquel placer le hizo gemir, al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás, arqueando ligeramente la espalda, sintiendo también como jugueteaba con su trasero, gimiendo de nuevo, levantando un poco las piernas. Su respiración cada vez estaba más agitada y miraba con dificultad al ángel.

-N-no tienes que hacer eso...-Dijo con dificultad, le avergonzaba un poco que alguien le hiciese aquello, no debía ser agradable.-Ya...estoy bastante excitado.-Añadió tímidamente, mientras con sus manos ya libres agarraba las sábanas con fuerza.

Más que sus gemidos, lo que me indicó que disfrutaba tanto como yo o más fue el hecho de que comenzó a arquearse tal y como todos lo hacíamos en la cama. No me preocupé en absoluto de que se hiciera daño, ya que era medio gato y como tal tenía una flexibilidad exagerada, por lo que continué con mis leves caricias.

Habló dificultosamente, a través de la neblina de placer que yo estaba provocando en él. Me encantaba lo dulcemente avergonzado que parecía estar. Le dediqué una mirada cariñosa, sin poder sonreirle por el hecho de que me ocupaba la boca. Sabía que estaba totalmente excitado. Me lo decían sus piernas, levemente levantadas. Me lo decía su espalda, arqueada. La vibración de los gemidos en su pecho. Las palpitaciones de su miembro en mi boca. Sabía que no tenía mucho que hacer, así que ataqué con nuevas tácticas.

Al tiempo que introducía entero, hasta tocar con los labios la base, su miembro; mi dedo índice exploró con suavidad y sin dejarle descanso, dado que sabía que eso no le dolía. Siempre he sabido dónde buscar. Una vez tuve su punto K -el punto G masculino- localizado, introduje el segundo dedo y me despedí con la boca de su miembro, para evitarle correrse aún.

- ¿Prefieres verme la cara, o que duela menos?-. Pregunté con muchísimo cariño, al tiempo que me elevaba hasta su carita sin sacar los dos dedos; en referencia a qué postura prefería. Ambos sabíamos que le iba a doler, y sin embargo, ambos ardíamos por que ocurriese ya.

Calec gimió bastante alto, casi un grito, al sentir los dedos del ángel entrar en él. Se mordió la mano para ahogar sus gritos, cada vez sentía más placer y sentía como si no quisiera que aquello acabase nunca.

Miró al ángel y sintió algo de temor ante su pregunta, no era capaz de pensar demasiado en aquel momento y menos aún, cuando todavía sentía sus dedos en él. De todas formas, no se veía capaz de contestar a la pregunta, ni siquiera de pensar en la respuesta, así que se limitó a darle un beso en los labios, mientras con sus manos acariciaba el cabello de Salazar, luego lo miró con ternura, esperando que él decidiera la opción que prefiriera, o que pensara que sería mejor para Calec.

-Trá...tame bien.-Dijo en un susurro, sin poder hablar demasiado por el miedo a que otro de esos gritos se escapase de él.

Verle morderse la mano para no gritar hundido en placer, hundido en gemidos; hizo que me relamiera los labios salvajemente. Me contenía a duras penas, esperando su respuesta, sólo porque un verdadero caballero es un caballero hasta el fín de sus días y bajo cualquier circunstancia.

Lo único que podía percibir de él, es que me deseaba tanto como yo le deseaba a él, que ardía en pos de lo que tan sólo yo podía darle. Y antes de que me respondiera dictando sentencia, me tomó acariciandome del cuello al tiempo que me besaba. Correspondí, con todo mi corazón en el beso, deseando que él siempre fuera así, que siempre me amase de la misma forma. Porque su mirada tierna derretiría al más duro, y encendería al más frígido. Si alguien recibía esa mirada, y no se enternecía, seguramente sería porque carecería de alma.

- Eso siempre-. Respondí, con el mismo susurro pasional, ese tipo de susurro con el que los amantes se cuentan los secretos. Le besé una última vez, -porque si de mí dependía yo deseaba minimizarle el daño en todo lo posible-, y le tomé suavemente de la cadera sacando mis dedos de su interior-. Si... es demasiado... párame...

Le giré, cuidadosamente, casi maldiciendome a mí mismo por hacerle el más mínimo daño; pero al mismo tiempo deseandolo más que si fuese maná del cielo. Le deseaba, tal y como era. Y trataría de esforzarme al máximo, por él. Puse mi antebrazo cerca de su cabeza por si se quería agarrar a mi brazo, y me incliné sobre él levemente. Inspiré profundamente, y comencé a introducirme en su interior, al tiempo que le daba pequeños besos y caricias con la lengua sobre su cuello. El objetivo era permanecer en su interior un plazo de tiempo razonable, para que se acostumbrase, antes de comenzar alguna friccion. Dios, le amaba, le amaba tanto que era incapaz de hacerle daño, ni siquiera por el sexo.

Calec cerró los ojos con fuerza, temiendo un poco lo que vendría a continuación, deseaba a Salazar por encima de todo, pero no sabía como se sentiría aquello.

Entonces sintió como el ángel entraba en él, gimió bastante fuerte al sentirlo. Notó algo de dolor al ser penetrado, pero a pesar de eso no quería parar, le gustó la sensación de tenerlo dentro.

Estaba loco por aquel ángel, quería sentirlo más y más, quería ser sólo suyo.

-Mal'akh...-Gimió.-M-me gusta...quiero más.-Se calló durante un momento, pero queriendo decir algo más.-Mal'akh...te amo.-Nunca pensó que sería capaz de decir algo así., ni mucho menos en esa situación, pero estaba locamente enamorado de aquel ángel y necesitaba que lo supiera, necesitaba demostrarle cuanto le amaba, tanto como para querer hacerlo con él sin ningún tipo de resistencia.

No sé cuanto me dio tiempo a rezar para que no le doliera demasiado, rogando por que el deseo que le arrastraba fuera suficiente, suplicando por que fuese tan fuerte como pretendía aparentar. Pero doy fe de que recé bastante. Su gemido denotaba algo de dolor, y era bastante alto; aunque no tanto como cuando le practiqué sexo oral... Fuese como fuese, parecía querer más. Y yo iba a ser yo quien dijera que no.

Me llamó, me llamó por mi nombre justo cuando iba a comenzar con suaves y comedidas embestidas; por lo que me detuve pensando que me iba a pedir que me retirase de él. Por dios, cómo deseé que no saliesen tales palabras de su boca. Imaginaos lo que sentí cuando pidió más. Imaginaos el caos que se organizó en mi interior cuando me dijo que me amaba. El apocalipsis. El armaggedon. Los cuatro jinetes cabalgando a sus anchas. Todo eso pasó veloz por mi corazón, al tiempo que me atragantaba conmigo mismo, jadeante.

- Yo... Yo también t-te amo, pequeño.- Jadeé, cerrando mi mano libre en un puño por tal de contenerme, mientras con la otra le tomaba de la cadera, para facilitar el movimiento que comencé a iniciar lentamente pero sin pausa-. Te amo...

Calec sintió como Salazar comenzaba a moverse dentro de él, intentó ahogar los gemidos, cerrando los ojos y la boca con fuerza, le avergonzaban los ruidos que no era capaz de evitar producir con cada movimiento del ángel.

Su excitación lo estaba matando, por lo que con una mano comenzó a tocar su miembro, al ritmo que se movía Salazar, gimiendo ya sin importarle la vergüenza que pudiese sentir y, sin darse cuenta, comenzó a mover la cola, rozando al ángel lentamente.

Cerré los ojos a partir del primer gemido rítmico que él emitió de los muchos que iban a surgir de su garganta, y me guié tan sólo por lo que su cuerpo me dictaba, dejando atrás mis propias necesidades. Ya las satisfacería, cuando él estuviese totalmente satisfecho y tan sólo la lujuria lo guiase. Al principio le noté ciertamente avergonzado, tratando de esconder su placer en la fuerza de sus labios seguramente fruncidos.

Pero conforme yo iba aumentando lentísimamente el ritmo, notaba su corazón mucho más desesperado por obtener lo que deseaba. Yo deseaba también un ritmo mucho más fuerte, mucho más placentero; pero no tenía que recordarme que era su primera vez y que debía ser lo más gentil posible. Eso ya lo sabía mi instinto, que sobre todas las cosas, lo único que no deseaba era perderle por el dolor.

Su cola, juguetona, delataba el estado de ánimo del dueño en cualquier situación, y esta vez parecía que no iba a ser menos cuando comenzó a acariciar mi pecho suavemente. Tremendos los escalofríos que me recorrieron, al tiempo que cerré la mandíbula con fuerza. Incluso las criaturas celestiales tenemos nuestro límite. Y el mio estaba ahí. Tratando esta vez no de contenerme, sino de no propasarme; la fuerza y la velocidad de las embestidas comenzó a tomar proporciones más serias, de tal manera que empecé a gemir entre jadeo y jadeo.

Calec cada vez gemía con más fuerza,nunca había sentido tanto placer y no quería que parara. Pero a pesar del placer que sentía, aquello le dolía levemente y unas lágrimas se escaparon de sus ojos con leves sollozos, mezclados con los gemidos.

Colocó ambas manos junto a su pecho, dejando de masturbarse, para levantar un poco la cabeza y poder mirar al ángel, mientras seguía moviendo la cola de un lado a otro.

Sus gemidos de amante habían pasado a ser auténticos gritos de placer pasando por hacerme sentir como nunca antes, por lo que si antes no tenía planeado parar; ahora muchísimo menos. Mis ganas de deleitarme con la situación aumentaban con mis embestidas, y abrí los ojos buscando a mi lindo gatito, buscándole ver su placer, el placer que oía.

Se había alzado levemente sobre sus manos, para poder mirarme a mi; y la visión de sus lágrimas me chocó un tanto. Me había descontrolado... Y ya ni podía ni quería parar, por más que le viese llorar, sólo podía tratar de hacerle sentir mejor. Primero le besé la comisura del labio, y luego, suavemente le mordí el cuello tras todas las caricias anteriores.

- ¿Es...tás bien?-. Logré preguntar, aún no sé cómo.

Le encantaban las caricias del ángel y no podía dejar de gemir, era mucho mayor el placer que el dolor que sentía, entonces escuchó como el ángel le hablaba, e intentó comprender sus palabras con dificultad, teniendo al cabeza totalmente inundada por aquel placer inmenso.

-S-si...No te preocupes...-Alcanzó a decir mientras volvía a tocar con su mano su miembro, aunque aún con lágrimas en los ojos. Estaba ya casi en su punto máximo de placer, no podría aguantar mucho más.

Ambos estabamos ya perdidos en el placer y en cómo obtener más, ambos estabamos en el filo del huracán, y ambos deseábamos lo mismo a pesar de sus lágrimas. No entendí el significado de las palabras que me dijo, pero sí lo que me pedía su cuerpo.

Quise tomar su miembro con mi mano, y me dí cuenta con una risa que fue casi un gruñido animal que él mismo se estaba encargando de su placer. Y un caballero jamás podía permitir eso. Por lo que tomé el relevo, he hice que coincidieran mis caricias sobre su falo con mis movimientos de cadera; aplicándole la presión perfecta que yo sentía. El lindo gatito acabaría conmigo tarde o temprano, si siempre era así de delicioso.

A pesar de que yo mismo no podía más, de que mi cuerpo me pedía que le dejase morirse de placer, continué sin descanso, puesto que hasta que él no alcanzase un orgasmo decente yo no pararía.

Sintió entonces lo diferente que se sentía el ser tocado por otra persona, por la persona que amas, en lugar de por sí mismo. Y eso fue la gota que colmó el vaso, ya no fue capaz de aguantar más.

-Mal'akh, n-no puedo...- gritó, dejando la frase inacabada, mientras su miembro liberaba aquel flujo, siento tocado por la mano de Salazar.

Su grito fue apenas un aviso para lo que yo ya sabía que estaba a punto de ocurrir, y el calor pegajoso que noté en los dedos de la mano tan sólo me lo confirmó. Una vez cumplida mi misión, pude relajarme, y llegar finalmente al orgasmo poco después de él. Apreté tan fuerte las mandíbulas cuando finalmente alcancé el cielo en su interior, que dudo que no lo oyese. Mi propia calidez hecha líquido quiso invadirle, y tras permitirme jadear un poco para recuperarme del esfuerzo, me retiré con cuidado, sintiendo un último escalofrío en ése último roce.

Me tumbé de costado, sin soltar mi abrazo sobre él y mirándole a los ojos tan maravillosos que tenía, llenos aún del placer. Le besé, sin poder ni querer resistirme, antes de decidir que quería averiguar a qué sabía mi lindo gatito.
Sin mediar palabra y con una de mis mejores sonrisas juguetonas, me llevé los dedos a la boca, y lamí con lentitud y picardía hasta que dejé mi mano totalmente limpia. Aún no era capaz de hablar, pero sí que podía hacerle sentir aún más cosas nuevas.

Calec sintió como el líquido se Salazar lo invadía por completo, soltando un último gemido, más largo, antes de que el ángel se apartase. Luego se derrumbó en la cama, quedándose boca abajo durante un momento, para recuperar la respiración.

Luego se giró hacia Salazar, avergonzándose un poco de mirarle a los ojos después de aquello, pero olvidándose de todo al ser besado.

Luego Calec miró horrorizado como el ángel lamía los restos de su placer, provocando un enorme rubor en su rostro y algo de ira. Cuando acabó se quedó perplejo, antes de comenzar a atizarle en el pecho.

-¿Cómo se te ocurre? ¡Pervertido!-Le reprendió enfadado, sin mirarle a la cara.

Estaba prácticamente riéndome a carcajadas al verle ruborizarse con una expresión de enfado enfurruñado de lo más gatuna, cuando comenzó a pegarme en el desnudo pecho enérgicamente. Por una parte, eso significaba que no había sufrido demasiado en su primera vez, pero por otra, eso me daba a entender que era mejor hacer las paces. Por lo que le tomé de su cintura de avispa y le pegué a mi cuerpo para cortar su ataque. Le besé en la frente, con cariño, antes de hablarle en tiernos susurros.

- Eres mío, y como tal, deseo acariciarte, besarte, saborearte entero; conociendote como nadie más. Pero sí no te gusta, prometo no volver a hacerlo.- le acaricie suavemente la espalda, soltando un poco el abrazo con el que lo tenía aprisionado.- Me perdonas?

El gato se calmó inmediatamente en cuanto recibió el beso en la frente, de hecho se quedó paralizado mientras oía las palabras del ángel, que provocaron que todo su enfado se fuera de golpe.

Le abrazó con efusividad, restregando su cara contra el pecho de Salazar, al tiempo que ronroneaba moviendo el rabo con suavidad.

-Te perdono por ser un pervertido.-Dijo, levantando la cara para mirarle.-Pero sólo lo serás conmigo.-Se ruborizó bastante al pronunciar esas palabras, pero aún así hizo el esfuerzo de mantenerle la mirada tras decirlo.

Le noté más calmado entre mis brazos en cuanto terminé de hablar, lo que me hizo sonreír suavemente antes incluso de que él comenzase a ronronear al tiempo que restregaba su cabecita contra mi pecho; al parecer satisfecho. Posé una de mis manos entre sus orejas y disfruté de su efusivo abrazo mientras veía a su cola reflejar su estado de ánimo.

- Sólo contigo-. Sonreí amplísimamente dándole el gusto, viéndole sonrojado por y para mi deleite. Le robe un rápido pico, para no perderme durante mucho tiempo su mirada.- Y dime, pequeño, después de esto... ¿Como te sientes? Yo... Lo único que siento es que no quiero perderte. ¿Querrías... Accederías a ser mio para siempre?

Calec sonrió al oír la pregunta de Salazar, tenía clarísimo lo que respondería, de hecho ni siquiera veía necesario que le hiciera esa pregunta, sin embargo le hacía feliz oírla. Cuando estaba a punto de abrir la boca para contestar afirmativamente a su pregunta, volvió a cerrarla, decidiendo que lo torturaría un poco.

-Jo, para siempre es mucho tiempo...-Dijo, separándose de él y tumbándose boca arriba.-¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo?-Giró la cabeza para mirarle con curiosidad, quería saber hasta que punto quería estar con él.