Visita del gatito (privado Salazar y Calec)

Abrió y cerró su boquita sonriente, antes de pronunciar palabra alguna, manteniendo a mi corazón en vilo. No despegué mi mirada de él, porque a pesar de que sabía que me amaba -él mismo me lo había dicho, y en que momento- no podía tener la certeza de que fuese a permanecer conmigo tal y como le había pedido. Los gatos, al fin y al cabo son espíritus libres.

Y como buen gato en ese aspecto, comenzó con una queja sobre lo demasiado larga que era mi petición; al tiempo que se deslizó fuera de mis brazos. Aproveché para acomodarme, apoyando el codo en el colchón y mi cara en la mano para observarle en su desnudez desde un ángulo más alzado.

- Segurísimo. Sin ti todo sería demasiado aburrido, y yo no tendría a nadie a quién pervertir. Verás, hay varias familias de angeles, y a la que yo pertenezco, tiene como característica sentimental que sólo se enamora una vez en su larga existencia. Por ti yo daría mi vida. Pero si crees que no soportarás mis atenciones toda tu vida, seré feliz con que me dejes permanecer a tu lado... Todo lo que me permitas

Lo miró sonriente ante su respuesta y giró sobre si mismo hasta chocar con su pecho de frente.

-Bueno, si estás tan seguro...me quedaré contigo para siempre-Dijo con fingida indiferencia, pretendiendo que se apreciase su actitud bromista, sonriendo inmediatamente después de hablar, mirando al ángel con algo de maldad en su sonrisa.

Luego, acarició el torso del ángel con sus manos suavemente, hasta llegar a su cabello y le brindó un pequeño beso en los labios, mirándole inocentemente al separarse de él, sin dejar de acariciar su pelo.

-Pero no me seas infiel, ¿vale?-Le dijo finalmente, con aquella carita inocente.

Volvió a mí rodando sobre sí mismo, y le recibí de nuevo pasando uno de mis brazos por su costado. Encajabamos a la perfección, y eso me hacia sonreír enamorado. Aún esperaba su respuesta, pero el hecho de que me envolviese el corazón con su calor me era más que significativo. Parecía querer hacerse el indiferente, pero su sonrisita malvada y su movimiento con la cola me decían que sólo bromeaba.

Reí por ello suavemente, para no mover el pecho demasiado y molestarle; pero sus caricias leves y cargadas con intención me interrumpieron y me hicieron mirarle curioso por ver lo que ahora tenía para mi. Correspondi su beso dulcemente, dejandole llevar el ritmo. Su petición posterior casi me arrancó otra carcajada. Claro que no le sería infiel. Pero a su luego yo también sabía jugar.
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- Si me mantienes ocupado no tendré tiempo para ello-. Argüí, con finjida indiferencia, mal disimulada a propósito; antes de besarle añadiendo un suave mordisco a su labio

Le devolvió el beso antes de levantarse fingiendo indignación, mirándolo enfurruñado y con los brazos cruzados. Luego se abalanzó sobre Salazar, intentando hacer como si lo retuviese.

-Entonces te ataré para que no puedas engañarme.-Dijo de forma seria, mirándole a los ojos.Te llevaré con una correita para que todos sepan que eres mio.-Se tumbó sobre su pecho, escuchando sus latidos...

"tum-tum" "tum-tum"

Se levantó con los brazos cruzados y fingidodo estar enfadado se me quedó mirando fijamente antes de abalanzarse a por mi, sujetándome como bien podía dado mi tamaño, haciéndome reír con ganas cuando oí sus palabras y éstas me sugirieron una imagen mental de lo más curiosa.

Justo cuando iba a refutarle su afirmación preguntándole sí se atrevería a sacarme a la calle, se quedó quieto y en silencio prácticamente tumbado sobre mi. ¿Estaría escuchando mis latidos? Alcé mi cabeza apoyado en mis codos para observarle mejor, y eso hizo que la piel de mi espalda se estirase haciendome sisear. Lo había olvidado. Sus arañazos.

- ¿Y no te basta con marcarme como tuyo? Al ver tus salvajes arañazos seguro que cualquier posible amante se horrorizaría de la fiereza de mi amo- pregunté sonriendo, al tiempo que le abrazaba.

Levantó la cabeza vagamente para mirarle, sonrió al recordar aquello. Era cierto, le había marcado con sus garras. Le abrazó, dándole un pequeño lametón en la zona donde había tenido apoyada la cabeza.

No se veía capaz de evitar el ser treméndamente posesivo respecto a aquel ángel, la sola idea de imaginar que alguien más pudiese tocarle le dolía.

-No es suficiente-Soltó, como un niño encaprichado.-Creo que te grabaré en en el pecho mi nombre-Bromeó mientras le abrazaba con fuerza.-Así sí que sabrán a quien perteneces.

Sonrío al parecer orgulloso de haberlo hecho, y me dió un pequeño lametoncito justo sobre el corazón, lo que no puse tomarme sí como una caricia cariñosa o un signo más de su posesividad. Pero me fin igual, me gustó igualmente, mientras le escuchaba atentamente, mientras acariciaba su cola con suavidad.

- Bien, por ti puedo tatuarme tu nombre por todo mi cuerpo entero. Donde tú quieras y como tú quieras, confío en tu gusto estético.- Sabía que el lo decía en broma, pero yo iba totalmente en serio.- a sangre o a tinta, como tú desees. Pero a cambio... Besame siempre. No pares nunca.

Le tomé de su lindo rostro y le alcé había el mío, ya que a pesar de estar abrazados como sí quisiéramos ser uno sólo, echaba de menos sus labios. Pero deje que fuese el que decidiese sí había beso o no

Escuchó intrigado lo que dijo, tatuarse su nombre, qué locura, estropear ese precioso cuerpo por algo como eso. No tenía necesidad de que hiciera nada así para que quisiera besarle todo el tiempo.

Fue arrancado de su cómodo lugar de reposo, en el cual podía escuchar tranquilamente las pulsaciones del ángel. Pero no le importó, aquel tampoco era un mal sitio para estar, justo delante de aquellos hermosos ojos azules.

-Ya buscaré la manera de hacer ver a todo el mundo en todo momento que me perteneces.-Sonrió tímidamente antes de rodear el cuello del ángel con sus brazos y acercarse lentamente a sus labios mientras iba cerrando los ojos a medida que se acercaba. Se sentía como en el cielo-nunca mejor dicho-con aquellos besos, entre aquellos brazos que le arropaban cálidamente, no podía ser más feliz.

Cuán voluble era su voluntad. Lo único que podía tener en claro con él era que haría lo que él desease cuando él desease, y no me importaba cuán peligroso fuera. Sonreí al verle cerrar los ojos mientras se dirigía a mi en busca del beso, y como parecía que lo quería perfecto, así se lo dí. Mezclé nuestros alientos en la medida justa, siendo el primer contacto tan sólo un pico.


Pero no le permiti en absoluto que se alejara de mi en lo más mínimo. Comencé entreabriendo mi boca para que intuyese mi humedad antes de entreabrir la suya con pequeños círculos, y deslizar lentamente mi lengua a su calidez, disfrutando del tacto de la suya mientras la reverenciaba. No me olvide de mis manos; y la que tenía en su rostro la bajé prodigando caricias hasta su cuello, desde donde me proporcione un mejor acceso a su boca al tiempo que la otra viajó por su cintra hasta llegar al punto en el que sensualidad y placer estaban perfectamente mezclados con el cariño, justo en el borde de su respingón traserito.

No iba a parar hasta no arrancarle un gemido desde lo más profundo de su garganta.

Calec se dejó llevar por aquel beso, disfrutando cada bocanada, intentando seguir el ritmo, con dificultad, mientras era acariciado, puesto que ésto le desconcentraba. Se comenzó a excitar de nuevo con el roce de aquellas manos y soltó un pequeño gritito al sentir la mano de Salazar en su trasero, cortando el beso así de forma brusca.

-Jo...¿Por qué tienes tanto efecto en mi?.-Dijo insinuante, refiriéndose a su, de nuevo aparecida, erección. Se levantó de la cama, escabulléndose de entre los brazos del ángel y colocándose de pie, mirándole de forma provocativa aunque algo avergonzado.-Me gustaría...explorar los rincones de esta casa contigo...

Me continuó el beso hasta que gritó más que gimió al sentir mi mano allá a donde su espalda perdía su dulce nombre, y le dejé ir para que respirará.

- Porque tú tienes la habilidad de escurrirte lejos de mi, y tenemos que estar igualados-. Le respondi a su pregunta al tiempo que me medio quejé porque se separase de mí. Pero se me paso todo cuando le ví de pie, desnudo, frente a mi. Qué deliciosa visión-. Vayamos a donde quieras... ¿te apetece revólverme los papeles del escritorio? ¿hacer que la bañera rebose? ¿en la terraza, con la puerta de sol de fondo?...

Sonrió maliciosamente antes de salir corriendo de la habitación, aún no había decidido a qué parte de la casa iría, pero se paraba de vez en cuando para que Salazar pudiese seguirle mientras recorría el enorme lugar.

Bajó las escaleras, intentando buscar un buen sitio para jugar y llegó a uno de los pocos lugares que le era familiar, la cocina. Ahí, donde tuvo lugar su primer beso hace apenas unas horas...como había cambiado la situación, parecía mentira.

Se quedó un poco embobado pensando en aquello, quedándose parado en mitad de la habitación, dándole tiempo suficiente al ángel de llegar hasta allí.

Una sonrisa maliciosa como pocas antes le había visto se le subió a las comisuras antes de salir corriendo como sí le persiguiera el diablo mismo, y no dude mi un instante sobre lo que tenía que hacer sin demora. Salí detrás suya tan rápido como mi cuerpo me respondió, y seguí su linda colita allá a donde la veía pasar.

Jugar a una mezcla entre el pilla pilla y el escondite era algo curioso cuando tenía está implicación sexual. No volvería a verlos con la misma inocencia. Luego el pervertido era yo...

Finalmente le encontré en la cocina, y frene un poco para no arrollarle al abrazarle por detrás, cariñosamente, mientras observaba su elección, pensando en el por qué aquí.

- ¿no tienes miedo de acabar duchado otra vez? Con las temperaturas que llegamos a alcanzar podríamos hechar a arder esto- susurre contra su orejita desde atrás.

Calec movió las orejas levemente al sentir al ángel tras de sí, recordó entonces el incidente con el sistema antiincendios y se avergonzó un poco., pero sonrió ante aquella ocurrencia. Se giró para mirar de frente al ángel, rodeó su cuello y habló con picardía.

-Es posible...-Dijo distraído, mientras pensaba en la mejor forma de excitarle.me gustaría poder devolverte el placer que me has dado-Empezó a bajar las manos desde su cuello, por su torso hasta su cadera mientras besaba su cuello y su mandíbula.

Le miró avergonzado, con las mejillas sonrojadas justo antes de agacharse ante él y sujetar su miembro con una mano, introduciéndolo en su boca poco a poco, muerto de vergüenza, mientras con la otra mano acariciaba uno de sus muslos. Trató de mirarle mientras lo hacía, buscando alguna señal en su cara que le mostrarse si lo hacía correctamente.

Mientras le abrazaba dulcemente desde atrás y soltaba una risita al ver el movimiento de sus orejitas, reparé en lo extraño que era sentir su cola animal entre nuestros cuerpos. En absoluto molestaba, lo que era más, era... perfecta, la mezcla justa entre picardía e inocencia que insinuaba tenía un efecto terrible en mi.
En todo caso, entonces no tuve mucho tiempo para poder pensar en ello, puesto que su propietario se giró para verme al tiempo que me rodeaba con sus brazos.

Me incliné sobre él ligeramente para facilitarle en asunto por si decidía darme un beso, pero el tono de su voz era demasiado picarón como para no tener efecto en mí. Bueno, en realidad daba igual cómo fuese su tono, su voz en sí tenía demasiado efecto en mí. Tras entender de alguna manera sus palabras, quise responderle que ya lo hacía y de manera sobrada, pero se me atragantaron las palabras cuando noté que sus manos se aventuraban más allá de la cadera.

Inspiré con fuerza tratando desesperadamente tragar saliva al tiempo que él me besaba la mandíbula y cuello, y poder así decirle que no era necesario, que simplemente era yo quien debía... Que... Que eso no... Que... Dios. Bajar la mirada había sido un error. Sus tiernas mejillas coloreadas y sus ojos reflejando determinación eran una mezcla explosiva. Me mordí el labio con fuerza, hasta el punto de casi hacerme sangre cuando tomó con la mano mi falo. Y la sangre brotó cuando lo introdujo lento, lento, torturadoramente lento; en su boca.

Me obligué a mi mismo a respirar y a soltar el mordisco sobre mi propio labio. No había nada cerca en lo que poder sostenerme. No podía pensar. Sólo... Sólo... maravillarme de lo bien que aprendía mi niño. Pero sabía -o mejor expresado, intuía- que, con el placer que estaba sintiendo y con las rodillas tan inestables por culpa de susodicho minino; no iba a poder tenerme en pie. Demonios. A mi nunca me habían hecho antes, y aunque yo lo hiciera, nunca me había imaginado que se sintiera tan... bien.

Mi mente fue libre de sumergirse en el placer en cuanto mi instinto tomó control de mi cuerpo y desplegó las alas, usándolas para mantenerme en pie. Adiós, control. No podía dejar de mirarle con los ojos impregnados en todo el placer y la lujuria que estaba sintiendo, y deslicé mi mano hacia su cabeza, para entrelazar mis dedos en su pelo. Le permitiría que siguiese el ritmo que desease tanto si deseaba torturarme o tan sólo complacerme, simplemente quería acariciarle el pelo.

Calec se dispuso a aumentar un poco el ritmo una vez había introducido el miembro del ángel completamente en su boca.

Cerró los ojos mientras lo hacía y se asustó un poco al oír como las alas del ángel de desplegaban. Se preguntaba si ese hecho era algo malo o bueno, aunque Salazar no parecía disgustado, más bien todo lo contrario. Por lo que Calec aceleró el ritmo, acompasando su boca y su mano.

Cada vez se encontraba más excitado, quería que el ángel lo tocase, lo deseaba con toda su alma. Se detuvo en su tarea, con último lametón en la punta, antes de levantarse de nuevo, con las piernas un tanto temblorosas.

Miró al ángel, que se encontraba con las alas extendidas, lo cual le imponía bastante. Con un tremendo rubor en su rostro y cabizbajo, habló con voz titubeante:

-¿Te...ha...gustado...?-Le preguntó sin atreverse a mirarle a la cara, colocando una mano sobre el pecho del ángel.

Disfrutaba con cada deslice de su boca sobre mí, sintiendo el más mínimo incremento de velocidad como quien siente que le cae un rayo encima. Un concierto de gemidos despertaba desde mi garganta en dirección al cielo, siendo orquestados por los labios del minino con su lengua como batuta.

En algún punto de mi mente, el control se resistía a abandonarme al pensar que si yo quedaba saciado, el debería esperar. Y yo deseaba complacerle antes que complacerme a mí mismo. Por lo que, cuando sentí la liberación de su presión sobre mí, suspiré acariciandole el pelo y tratando de recomponerme. Si quería placer, lo tendría. No quité mi mano de su cabeza cuando se levantó, y sonreí al verle tan cohibido después de lo que había hecho.

Si esperaba que pudiese hablar inmediatamente después de que me hubiese puesto en semejante situación, es que esperaba demasiado de mi. Por lo que, para contestarle le alcé la barbilla con la mano que no tenía ocupada y le miré directamente a los ojos.
Lentamente, haciendole así consciente de cómo me había dejado, comencé a besarle mezclando mi sabor en su boca con mi propia sangre en mis labios. En aquel jugoso beso, traté de excitarle tanto como él me había excitado a mí, aunque pareciese imposible. Acaricié su nuca, el pliege de sus codos, sus hombros y brazos, su espalda. No dejé nada que estuviera a mi alcance sin acariciar.

- ¿Responde esto a tu pregunta? -.Tras un interminable siglo besandole, le dejé respirar; jadeando sonriente mientras le respondía-. No vuelvas a hacer eso... sin avisarme.

Le guiñé un ojo antes de tomarlo de la cintura y bajar mis manos poco a poco hasta su lindo trasero, de propiedad celestial. Lo tomé y lo subí a mi cadera delicadamente, llevándole a la encimera mientras entretenía a mi lengua en su cuello.

- Vamos a probar algo nuevo-. Le avisé, sin apenas dejar de besarle al tiempo que con una mano le sentaba y con otra abría la nevera.

Calec intentaba seguir respirando mientras era besado, pero le costaba no mantener la respiración con aquel beso tan apasionado. Se estremecía en cada caricia, incluso su cola gatuna se encontraba en tensión durante aquel beso.

Miró al ángel con inocencia cuando se apartó de él y le dijo aquello, como pretendiendo no saber a qué se refería con "no hacer eso".

El gato se dispuso a besar a Salazar, cuando éste le sorprendió subiéndole a la encimera. Calec gemía levemente debido al jueguecito de la lengua del ángel en su cuello.

Miró con curiosidad como abría el frigorífico, se preguntaba que se propondría, mientras intentaba no gemir con los besos.

-¿Q-qué...vas a hacer?-Preguntó algo asustado, aunque con más curiosidad que otra cosa, mientras acariciaba el cabello de Salazar.

- Tengo un poco de hambre... Y no voy a dejar de amarte sólo por picar algo -. Sonrió, dulcemente, mientras encontraba el bote de nata entre la leche y el agua. Lo único que lo hacía estar hambriento físicamente era el ejercicio sexual, y su lindo gatito le quebraba toda resistencia.

Agitando descuidadamente el bote, se separó de Calec lo justo para rellenarse la boca con nata, y tragar con un suave gemido. Le encantaba la nata fría. Sin querer, se dejó un poco en la comisura del labio; resto que desapareció en cuanto volvió a la boca del minino, compartiendo con él el sabor a dulce. Se deslizó entre sus rodillas, quedando tan cerca como podían.

- ¿Te importaría servirme tu?-. Le dijo sonriendo picaronamente, cediendole el bote, una vez le dejó respirar. Con la otra mano, le acarició la espalda lentamente, con la llema de los dedos.

Se sonrojó levemente por sus palabras, casi prefería que parase para comer, en lugar de hacer algo así, sobre todo al ver lo que cogía de la nevera, vio otras sucias intenciones en aquello.

"La nata no quita el hambre", pensó enfurruñado mientras veía como el ángel se llenaba la boca.

El gato pudo saborear aquello de los labios de Salazar, resultaba extraño, aquel sabor, de esa forma...Le avergonzaba incluso más que un beso normal.

Miró al ángel con ojitos tiernos cuando éste dejó de besarle y agarró el bote de nata con ambas manos, el cual parecía incluso más grande entre sus -pequeñas, en comparación con las del ángel-manos. Miró la nata con curiosidad, ¿Qué debía hacer con ella? ¿Servirle? ¿De qué forma?

-¿Ser...vir...?-Preguntó en voz baja, mientras concentraba toda su atención en el bote, empezando a ponerse algo nervioso, por si lo que estaba pensando no era lo que debía hacer. Miró al ángel, contrariado, justo antes de hacer lo que se le había ocurrido, algo preocupado por lo que pudiera pensar de él al hacerlo, pero haciéndolo igualmente por el simple hecho de apetecerle.

El gato presionó el botón de la nata con dificultad hacia su pecho, embadurnándose todo el torso en un momento y miró al ángel, con aquella carita inocente, de nuevo.

-¿Así está bien?-Preguntó con una sonrisa pícara y voz inocente, mientras miraba al ángel desde abajo, dejando el bote a un lado.

Me miró con unos ojitos irresistibles, aceptando el bote que yo le tendía, y quedándosele mirando fijamente. Intuía los engranajes de su mente trabajar bajo sus orejitas, y aunque tal vez me había pasado al pedirle algo así, no me importó mientras él no se quejase.

Volvió la vista a mí, de nuevo, algo nervioso y contrariado, pero finalmente lo captó y comenzó a decorarse con nata. Le dejé un poco de espacio, y en apenas un momento ya estaba listo para merendar, mirandome inocentemente de nuevo.

- Algún día... Algún día seré capaz de resistirme a tí.-. Reí suavemente, al tiempo que asentía para darle mi beneplácito-. Así está perfecto.

Con una de mis manos en su cintura, y la otra en su cuello; me incliné a lamer desde su ombligo hasta su barbilla, extendiendo un caminito de nata también por su cuello. Era la excusa perfecta para amarle largo tiempo, excitándole pero sin dejarle llegar al límite; casi como una tortura. Le besé, agradecido por tenerle entre mis brazos, y compartiendo un poco de nata con él, antes de volver a su pecho.

No llegaba a morderle realmente, pero entre lametón y lametón me llevaba la nata a mordiscos, comiendo goloso de su pecho. Enredé en su pelo una mano, acariciandole, mientras que con la otra jugaba con su cola, experimentando la mejor manera de acariciarle. Me encontré un pezón navegando entre el blanco mar de dulce, y me dediqué a él con especial cuidado.

No me daba cuenta de que me estaba poniendo perdido con la nata, teniendo desde la punta de la nariz hasta en mi propio pecho.

Calec se retorcía sin querer con cada lametón o caricia, sobre todo cuando notó como jugueteaba con su cola. Intentó reprimir un gemido que surgió de su garganta al sentir la calidez del ángel en su pezón.

Apartó un poco a Salazar, temiendo no poder controlarse más y pudo ver que se había llenado de nata. Calec soltó una pequeña risilla al verlo de esa forma y, aún con una sonrisa, le rodeó el cuello con los brazos atrayéndolo hacia si, rodeando a su vez la cintura del ángel con sus piernas.

Recordó lo que le había dicho antes de haber empezado a lamer la nata de su cuerpo y decidió responderle, en ese momento, que ya podía pensar con algo más de claridad.

-Espero que nunca seas capaz de resistirte.-Susurró cerca de su oído, justo antes de lanzarse a lamer la nata que tenía por la cara, entreteniéndose en sus labios con suavidad y bajando luego hasta su pecho, colocando sus manos en la cintura del ángel, parándose en sus pezones, lamiéndolos concienzudamente, treméndamente excitado.

Fuí apartado, pero no me importó, ya casi me había saciado y seguía lamiendole por lascivia y darle placer más que por otra cosa. Se rió de mí, ante lo que parpadeé sorprendido sin saber de qué reía. Pero sonreí con dulzura cuando me abrazó con brazos y piernas, sin dejar que un sólo átomo de aire pasase entre nosotros.

No me importaba que el resto de nata que quedase se pegase también a mí, por lo visto ibamos a estar jugando un largo y tendido rato, y seguramente luego continuaríamos la fiesta en otros sitios de la casa.

- Yo también lo espero, pequeño gatito inocente-. Respondí, en cuanto pude, tras que él lamiese mis labios con sensualidad sin llegar a ser un beso del todo-. Si lo vas a aprender todo así de rápido, creo que te acabaré prohibiendo que salgas a la calle sin mí. Eres... demasiado... irresistible.

Yo no tenía pudor alguno en mostrar los pequeños gemidos que me arrancaba con su jugueteo en mi pecho y pezones, pero sí me tenía que controlar mentalmente para no excitarme aún más, debería esperar a que él quisiese. Además, no sabía si podía una segunda vez tan rápido; aunque a juzgar por la carrera de antes, no le dolía.

- ¿Duele?-. Le pregunté, preocupado, mirandole desde arriba con preocupación, en cuanto el pensamiento me asaltó-. Fui demasiado rudo... Lo siento...

Calec paró en seco los besos, levantando la cabeza para mirar al ángel intrigado ¿A qué se refería con "duele"?

Enrojeció al caer en la cuenta de lo que quería decir con aquello. En realidad, había sentido tanto placer que ni había pensado en el dolor. Miró al ángel avergonzado, levantando la barbilla y sin liberarle de sus piernas.

-No...Bueno...Dolió un poco...Pero me gustó mucho...Así que...-Desvió un poco la mirada, ¿Por qué se preocupaba por eso en aquel momento? Obviamente le había gustado, si no le hubiese dicho que parara cuando...-N-no te tienes que preocupar por eso...-Sin mirarle si quiera, le rodeó el torso y lo abrazó con fuerza, escondiendo su rubor en el pecho del ángel.

Lo ví ponerse cual amapola, al parecer en esta casa era deporte nacional el sonrojarle. Me pareció tan tierno como siempre, pero resisití el impulso de besarle.
Me miró, sin soltarme, antes de hablar. Y sus palabras me encantaron, por lo que correspondí su abrazo suavemente, posando una mano en su cabecita.

- Te amo, ¿lo sabías?-. Susurró, contra sus orejitas, suspirando mientras olía su aroma entreveteado de tabaco-. Entonces... ¿Jugamos en serio otra vez?