Visita del gatito (privado Salazar y Calec)

Calec se encogió un poco, meneando las orejas con suavidad cuando sintió el aliento del ángel en éstas. Se apartó un poco para mirarle a la cara, poniendo una expresión algo extraña, que mostraba entre enfado y alegría, pero que acabó convirtiéndose en una simple sonrisa tímida. Pegó su rostro al pecho del ángel para poder sentir su aroma antes de contestarle.

-Sí, me gustaría jugar de nuevo.-Contestó con dulzura, casi parecía que no hablaba de aquello.

Esperé pacientemente a su respuesta, tentando de no volver a sus labios y no dejarle hablar. La sangre corría rápida por mis venas, le deseaba casi tanto como le amaba, y por ello me costaba controlarme con él cerca, y más así, desnudo, para mí. Pero lo hacía, por él.

Sonreí ampliamente ante su cadena de reacciones, y la dulzura de su tono me recorrió la espina dorsal entera, de punta a punta, y con el vello de punta.
- Vas a probar la ambrosía -. Susurré, deslizando las manos de su abrazo para apoyarlas a sus lados, en la encimera, atrapandolo. Me incliné hacia delante, mirandole fíjamente a los ojos estando a la misma altura, y le lamí las comisuras sensualmente.

Aún tenía las alas desplegadas, así que las acomodé de tal manera que hicieron un espacio bastante acogedor y cálido, aprovechando el espacio disponible. Primero le robé un pico, luego otro, más dulce y lento. Me separé para volver a mirarle a los ojos, con una mirada de enamorado, antes de besarle lentísimamente, con un transfondo juguetón.

El gato soltó una leve risilla ante las palabras del ángel y lo miró con juguetona curiosidad cuando colocó sus manos en la encimera. Cerró los ojos para recibir lo que él creía que sería un beso, riéndose de nuevo al notar su lengua.

Calec disfrutaba de cada pequeño beso, dejando que el ángel hiciera con él lo que quisiera. Si había algo que le gustaba aún más que sus caricias apasionadas, eran sus dulces y tranquilos besos, que le permitían disfrutar de su sabor con más detenimiento.

Intentó tomar un poco el control de aquel beso y guiar él al ángel con su lengua, mientras su corazón latía cada vez más aprisa y su respiración se agitaba poco a poco.

Dejé que me guiara como quisiera en el beso, y le otorgué lo que me pedía. Profundicé el beso con lentitud, acariciando su lengua con la mía y entrelazando los labios suavemente. Pero, en el resto de la situación, seguí manteniendo mi dominio sensual sobre él.

Dirigí mi mano hasta su rostro, acariciandole la mejilla con el pulgar suavemente. Su cuello y hombro me parecieron cálidos y deliciosamente fibrados, con el punto perfecto de masculinidad. De ahí a su cadera fue un paseo de suaves cosquillas, con las que pretendí ponerle el pelo de punta. En su muslo, tuve cierto cuidado, no queriendo estropear la dulzura del beso; así que paseé por su exterior, hasta la rodilla.

Le abrí suave y lentamente las piernas, y entré entre ellas aproximandonos aún más, pero aún no lo suficiente. Le dejé finalmente respirar del larguísimo y dulce beso cuando subí de nuevo mi mano, para acariciarle el pelo enredando mis dedos en él.