Viejas raíces (privado Calec y Salazar) +18

Calec estuvo intentando por horas concentrarse en su trabajo pero algo lo llamaba para que saliera y, en concreto, para que se dirigiera hacia lo que había sido su hogar, como hombre gato, unos años atrás.

Llegó a un claro del bosque que lo dejó maravillado, por supuesto nunca lo admitiría ante nadie, pero así fue. Respiró hondo y se quedó allí de pie, mirando el paisaje. Luego se dirigió hacia uno de los árboles, acarició su corteza y cerró los ojos para poder sentir el calor del bosque. "Esto es mi pasado", pensó "y nada más", aunque en el fondo sabía que no era sólo eso, pero intentaba evitar pensar que también se trataba de parte de lo que él era. Así que se sentó apoyado en aquel árbol, sacó un pitillo del bolsillo de su camisa, se lo colocó en los labios y lo encendió con el mechero rojo sangre que siempre llevaba con él. Guardó el mechero y disfrutó tranquilamente de su tabaco.

Bien. Ese día estaba saliendo todo a la perfección. Terminé el papeleo en el bufette antes de la hora de comer, por lo que pude volver a casa y tomar la armadura para entrenar un tanto en el bosque. Me cambié por completo, llevando la armadura que rozaba la tonelada; y salí desde el balcón de mi casa en un vuelo alto.

Pasé toda la contaminada ciudad muy por encima de los tejados, y conforme me acerqué al bosque, comencé a volar rasante. En uno de los claros que divisé, decidí aterrizar a lo... digamos... ¿situación de poco espacio de maniobrabilidad? Si, por ejemplo.
Así que, plegué las alas adoptando una posición vertical, y caí por propio peso en el pequeño y acogedor claro. Sacudí la cabeza levemente, la armadura era útil... pero estruendosa a pesar de estar engrasada.

Pero ese olor... No estaba solo. Un gato, o mejor dicho, un hombre gato fumaba. No me fijé demasiado en su cara, tan solo para llegar a visualizar que era mono. Muy mono.

- ¿Desde cuando los niños fuman?.- Pregunté, con mi voz perfecta de barítono, guardando mi lucero del alba.

Alguien acababa de aterrizar en el lugar, Calec lo miró con su acostumbrada sonrisa siniestra, dio una calada y se levantó ágilmente.

-¿Niño? Qué graciosos sois los maricas.-Dijo justo antes de dar la última calada y tirar el cigarro en su cenicero portátil, que volvió a guardar inmediatamente después.

Se acercó al ángel, furioso con éste tanto por haberle insultado de esa forma como por haber turbado su tranquilidad, lo miró directamente a los ojos y su sonrisa se hizo aún más alargada, casi parecía el gato de Chesire.

-¿Quién te crees que eres para insultarme de esa forma?-Metió ambas manos en los bolsillos del pantalón y encorvó ligeramente la espalda para mostrar su desprecio.

Se levantó de un saltito bastante mono, que movió sus orejas de una manera curiosa. Me gustó esa sonrisa, no auguraba nada bueno... Y yo estaba en ese mundo para traer la bondad a todos... ¿Próximo objetivo, tal vez?

- Al menos eres respetuoso con el medio-. Le señalé, apreciando que no había tirado la colilla. Realmente, no tenía nada más importante que decirle, y le iba a dejar pasar lo de marica simplemente por lo inmaduro que parecía.

Pero, se acercó a mi, al parecer bastante furioso y arisco; mirandome a los ojos desde abajo. ¿Que quien soy? Oh, pequeño... Reí con ganas y con fuerza, echandome hacia atrás para disfrutar de la larga carcajada que me salió sola.

- ¿Vienes a enfrentarme? ¿Acaso crees que puedes conmigo de algún modo? No me conoces, y ya me plantas por delante un desafío Pequeño... Algún día tendrías que aprender a respetar a tus mayores... Y a adquirir hábitos más sanos. Alejate, o te podría hacer daño...-. Dije, cuando pude parar de reir, mirándole desde el marco de mi casco.

Calec redujo su sonrisa, ¿de qué iba riéndose de esa manera? Estiró de nuevo al espalda y cruzó los brazos por encima del pecho, mirándolo sobradamente.

-Bla, bla, bla.-Dijo al tiempo que movía la mano derecha como una marioneta.-Hablas demasiado, ¿no crees?

Volvió a introducir las manos en los bolsillos y giró la cabeza hacia la derecha, escrutando el rostro del hombre con su sonrisa, sus pelo y orejas caían en ese sentido. El hombre gato volvió entonces a su posición normal y colocó la mano derecha en su barbilla y la frotó suavemente, mirando desafiante al ángel.

-Nadie me dice lo que tengo que hacer.-Dijo entonces, algo más serio.

Oh, ¿hablo demasiado? Bien, pues activemos el modo silencioso. Como él prefiera, a mi, realmente, me daba igual. Ese gesto suyo imitando una marioneta con la mano me había hecho sonreír bastante ampliamente, pero no reí de nuevo.
En ese instante, estaba decidiendo si lo quería o no como próximo objetivo a evangelizar... a mi manera.

Cuando clamó que nadie le ordenaba, y no se movió del sitio, simplemente... Simplemente me retó. No obedecía a nadie. Y eso incluía a Dios. Por lo que... Objetivo dentro de campo de visión.

Desplegué las alas hacia delante, justo donde él estaba, con rápidez. Obviamente, no lo hacía para herirlo, sino para atraparlo entre ellas. Empujándole desde el culo, lo acerqué a mi doblando las alas. Me quité el casco cuando lo tuve a menos de veinte centímetros de mi rostro; mostrandoselo bien de cerca.

Como no iba a hablar, le miré desafiante, con una de esas miradas propias de este tipo de situaciones. ¿No te quitas? Haré que desees hacerte apartado.

De repente Calec se vio envuelto entre las alas de aquel tipo, miró a ambos lados y después a los ojos del ángel que se acababa de despojar de su casco. La mirada de éste lo descolocó por un momento e intentó apartarse de él de un empujón en el pecho, pero se vio atrapado entre sus plumas, así que como todo buen felino, se arrastró para escapar de ellas por debajo.

-¿Qué pretendes?-Dijo enfurecido, al tiempo que se ponía de pie ya libre del ángel. La sonrisa de Calec se borró, en su lugar había un ceño fruncido. Caminaba hacia atrás sin dejar de mirar al ángel, ya ni siquiera desafiante, sino más bien molesto, molesto por el hecho de que aquella mirada había conseguido turbarle de algún modo.

Me empujó, pero no sirvió de nada. De todas maneras, podía escaparse entre el plumaje, y eso hizo. Y en cuanto estuvo fuera de mis alas, las plegué pero no las escondí ni en mi armadura ni en mi cuerpo como tal. Me quedé mirandole alejarse.

Pero es que era irresistible, se alejaba andando de espaldas sin cuidar si se chocaba o no con algún árbol, y cedí a la tentación. Dí un paso fuerte, hacia él, como si se tratara de un gato callejero facilmente asustable. Por lo pronto, había logrado despejarme el campo de entrenamiento. Y reí, reí al verlo así.

No hablé, pero me quedé con ganas de decirle "Te lo dije". En fín, tiernas criaturitas. Después de dedicarle una mirada casí de ternura, le dí no la espalda -sería demasiado descortés- pero sí un poco de lado, y comencé a estirarme armadura incluida.

Calec dio un salto hacia atrás por el golpe del ángel en el suelo y se agarró a un árbol, trepó por éste hasta acabar en una de las ramas, de nuevo parecía el gato de Chesire. Miró enfurecido (debido a que le estaba ignorando) lo que hacía el hombre, observaba con atención, parecía que estaba haciendo estiramientos. Calec continuaba si sonrisa y con ceño fruncido, ese tipo lo cabreaba de verdad.

-¿Se puede saber qué haces?-Le gritó desde el árbol. A pesar de su enfado, por alguna razón, el hombre gato quería seguir estando allí, no podía dejar de mirar al ángel, le resultaba hipnótico, lo que hacía que se cabreara aún más.

De alguna manera, tenía que tener controlado en mis alrededores al gatito enfadado; y lo seguí con el rabillo del ojo, viendole subirse a un árbol con agilidad. Me gusta esa sonrisa... Mucho... Demasiado. Hasta que no lo evangelizase no pararía. Y eso, en teoría, era bueno.

Continué estirando todos los músculos sin falta de mi perfecto y musculado cuerpo, comprobando de paso que la armadura trabajaba como debía. Incluso plegué y desplegué varias veces las alas, a pesar de que ya habían pasado su control rutinario.

- Entrenar-. Le respondí, concisametne, en un tono de voz normal. Sabía que me oiría, y no me apetecía gritar, era demasiado descortés apra con la naturaleza incluso.

Comencé con las flexiones de rigor. Me posicioné haciendo el pino con una sola mano, y con esa mano, me apoyé en el pulgar.

Una, dos, tres,... veinte, veintiuna...

Calec gruñó, no soportaba que le ignoraran y menos un tipo como aquel, así que empezó a maquinar contra él.

El hombre gato interpretó las flexiones como una muestra de egocentrismo, pensó que el ángel intentaba provocarle de alguna manera. Así que no aguantó más y atacó, desde la propia rama tomo impulso para saltar sobre el hombre, pero justo en ese momento la rama se quebró por el peso y la trayectoria de Calec se torció. Salió disparado desde la rama hacia el ángel, le golpeó en el estomago arrojándolo al suelo y cayendo él varios metros más lejos rodando.

Se mantuvo sentado en la hierba de espaldas al ángel, hizo un ligero movimiento de orejas y sacudió la cabeza, observando por el rabillo del ojo qué hacía este.

En fín. Hay gente rara en todos lados, y los hombres gato parecen ser los más raros. Por alguna razón que no llegué a comprender, se lanzó desde su arbol a mí, directo a atacarme con fuerza. Pero en el último momento, la rama se partió y su trayectoria quedó torcida y mal encaminada.

No me moví, si lo hacía, podíamos acabar peor y no era el mejor plan de todos. Y menor por él, que iba desprotegido. Para evitarle el "gong" contra mi armadura, lo tomé entre mis manos y le frené la mayor parte de la incercia, tomandole de la pequeña cintura. Pero lo dejé ir, al tener que prepararme para caer bien.
Boca abajo, pero bien.

Me dio tiempo a guardar las alas, así que no problem, pero dí contra un árbol con la placa trasera. Y sonó mal. Sonó a rayado. Cabreo en tres, dos, uno...

Me puse bien, e inmediatamente me retiré todas las piezas con habilidad de mi armadura superior. Quedandome en cota de malla, las examiné todas una por una, la mayoría estaban sólo sucias... Pero una tenía un rayón.

- ¿Se puede saber a razón de qué vino eso?.- Pregunté muy, muy controladamente, aún sentado en el suelo, pero dispuesto a ir a por él.

Calec sintió cierto temor, aún de espaldas dio un pequeño espasmo al oír las palabras del ángel. Giró la cara hacia él y lo miró mosqueado, de morros más bien, parecía un niño pequeño enfadado por haber sido ignorado.

-Tú me has provocado.-Dijo sin mirarle a los ojos. Estaba dolorido por la caída así que prefería no moverse, volvió a girar la cabeza y se quedó mirando al suelo y moviendo la cola suavemente, se tocó una oreja para comprobar su estado. Se cruzó de piernas y continuó moviendo la cola, mientras hacia dibujos con un dedo en el aire empleando su magia.

No sabía muy bien por qué se estaba comportando así, odiaba a ese hombre, le hacía sentir confuso y poco seguro de si mismo, era lo único que sabía.

Le ví temblar cuando hablé, dado que le miraba totalmente concentrado, y cruzamos miradas en un choque tenso y frontal. No me lo podía creer, no daba crédito a lo que mis ojos veían. ¿¡Tenía morritos puestos!? ¡Pero esto que eees?

- ¿Que yo he qué?-. Pregunté, suavemente, soltando la pieza dañada con cuidado en el suelo antes de levantarme a por él-. Yo estaba entrenando. Y tu te has lanzado a por mi. Sin más.

Llegué a donde él estaba, le rodeé para quedar cara a cara con él, y descubrí lo que había estado haciendo. Dibujitos con el dedo en el aire, al parecer con magia. Parecía confuso, por lo que resoplé. ¿Que no aceptaba órdenes? Muy bien, pues no se les daban. Tomaría lo que quisiera cuando quisiera.

Y le tomé de la mano, levantandolo del suelo imperativamente, pero sin hacerle daño en absoluto. Le revisé tanto por delante como por detrás, dándole una vuelta sobre sí mismo. Parecía estar bien, salvo un moratón que le saldría en la cintura... Con las formas de mis manos enguantadas en la armadura.

- Toma. Preparalo como infusión, y ni siquiera te saldrá marca-. Le dije, al tiempo que metía mi mano bajo mi cota de malla levantandola un tanto para llegar a mi alijo secreto de medicinas. Una bolsita pequeña de cuero... Sí, esta era.

Le solté la mano que tenía agarrada gentilmente, y le ofrecí la bolsita, mirandole fíjamente. No me decídia entre jurar venganza por los daños a mi armadura, darle una colleja cual padre a hijo o convertirle al bien ahí mismo.

Inexplicablemente para Calec, no se sintió molesto por la cercanía del ángel, más bien lo contrario. Miró como sacaba la bolsita y pudo ver como se descubría parte de la cadera, ante ésto Calec se ruborizó ligeramente y giró la cabeza rápidamente hacia un lado.

-No necesito nada de ti.-Dijo despectivamente, cruzó los brazos y miró de refilón al ángel para comprobar su reacción. de nuevo apareció aquella sonrisa maliciosa en su rostro. Empezaba a sentirse mejor, probablemente porque le volvían a hacer caso. Aún así, un atisbo de preocupación crecía en su mente, no entendía el motivo de que se sintiera a gusto manteniendo contacto físico con alguien y, mucho menos, con alguien como ese.

No se me había pasado por alto la mirada un tanto avergonzada, un tanto lasciva, que había recibido en mi cadera, por lo que en mi interior, sonreí igual de maliciosamente que él ahora mismo.

- Bien, bueno. Si es así, vuelvo a mi entrenamiento-. Sonreí, de medio lado, dulcemente como tan sólo un ángel es capaz de hacer, antes de guardarme con deliberada lentitud el paquetito donde estaba antes.

Casí estaba riendome para conmigo mismo, creía haber calado ya a su pequeño gatito, tan lindo y tan arisco, tan prefecto para evangelizar a mi manera personal.

- Sólo una cosa antes. Si vuelves a atacarme como antes, sin motivo consistente, no responderé de mis actos-. Cubrí la distancia que nos separaba en menos de un paso, y bajé desde mi altura para quedar cara a cara.- No dejes que mi carita de ángel de engañe...

Nuestras bocas quedaban a menos de dos centímetros, y los alientos se entremezclaban húmedos y calientes. Me relamí los labios, lentamente, y eso acortó la distancia a menos de un nanómetro. Prácticamente, le estaba rozando sus labios con mi lengua, impunemente.
Y, curiosamente, no sabíamos el nombre del otro. Curiosa situación.

Me separé pues de él, acariciandole la barbilla medio cariñosamente, medio descuidadamente, antes de volver al centro del claro.

Calec se quedó paralizado mientras el ángel se mantenía a escasos centímetros de él, tragó saliva con dificultad e incluso mantuvo al respiración hasta que el ángel se separó de él. Entonces, de nuevo volvió a respirar y suspiró. Odiaba esa actitud arrogante y volvió a fruncir el ceño aunque aún con aquella sonrisa. No le daban miedo sus amenazas, -en realidad sí- aunque en parte quería comprobar si lo decía de verdad.

Aprovechando que ya no llevaba la armadura, corrió hacia él y de un saltó le atizó una patada en mitad de la espalda, seguido de una voltereta hacia atrás, que acabó con él de nuevo en el suelo limpiamente.

-No me das miedo.-Dijo, por otro lado, bastante atemorizado.

De nuevo esa sonrisa arrogante en la cara de Calec, las manos en los bolsillos, la barbilla levantada. Pretendía mostrar que no estaba asustado. Sí lo estaba.

Lo oí correr a mi, por lo que me preparé asentandome mejor sobre mis propias rodillas. El impacto, un poco mas flojo incluso de lo que yo había calculado para un joven de su edad, ni siquiera me cortó la respiración. Me dieron ganas de reirme otra vez, pero me contuve. Ahora había que castigar. Imponer Justicia. Con letra capital.

- Mentira-. Le dije, volviendome a él, con mi dulce media sonrisa convertida en una igualmente dulce... Pero no tan pura, ni mucho menos. Ni de lejos-. Como supongo que ese ataque tampoco tiene justificación... Ven aqui, minino bonito...

Su pose de gallardía, con su traje elegante, sólo me incitaban a continuar. Y como sospechaba que no vendría a por mi, habría de ir yo por él. Espectativas que no estaban nada, pero que nada mal.
Comencé a andar lentamente hacia él, mirandole con la cabeza gacha preparado para el combate. Tenía que decidir en qué proporciones le castigaba. Mmmm... ¿Un beso? Sí, ¿por qué no?

Sin que él se lo esperase, dado que mi avance había sido homogéneo, salté sobre él y lo derribé con cuidado y cautela. Le miré a los ojos, desafiante.

- ¿Seguro que no me tienes miedo? Si es así, tendré que ponerle remedio...

El hombre se acercaba lentamente hacia Calec mientras éste se ponía en guardia preparado para pelear, pero en lugar de un ataque por parte del ángel, Calec recibió una dura embestida.

Se encontró en el suelo con aquel tipo sobre él, éste le sujetaba las muñecas con fuerza y tenía una de sus piernas entre las suyas. Calec clavó su mirada en los ojos de él. Intentó zafarse furioso pero fue inútil. Cuanto más miedo tenía más intentaba disimularlo. Aún así en el fondo, detrás de su cabezonería, estaba disfrutando bastante con la situación.

Calec le mantuvo fijamente la mirada intentando no mostrar su miedo y, de nuevo, sonrió maliciosamente.

-¿y qué vas a hacer?-Preguntó desafiante.

Trató de resistirse fieramente, pero yo lo duplico en tamaño y peso. Muy dificilmente lo tenía para huir de esa manera, y no se lo iba a poner fácil tampoco. Hbaía sido una presa bastante fácil de atrapar, por lo que no bajaría la guardia en ningún momento. Sólo por si acaso.

Me formuló una pregunta facil, muy fácil de responder, por lo que sonreí complacido. Deslicé mi boca desde su posición sobre la suya -aunque sin tocar- hasta su oreja. Allí, confomre hablaba, fui mordiendo suavemente, y apenas rozando con la punta de la lengua, su lóbulo.

- Te poseeré y purificaré en el nombre de la Divinidad Suprema, te haré recitar en latín antiguo y del revés el nuevo testamento a ritmo de mis embestidas hasta que te arrepientas de tus pecados. Te haré gemir tanto, que desearás estar muerto simplemente para volver a verme allá ariba en el cielo. A través del placer conocerás el bien. Te haré mio-. Susurré contra su oreja, suave, sencillamente. Luego, me separé, y volví a mirarle a los ojos-. Claro, todo eso, si te mereces el castigo. Ahora... Apenas con un beso te bastará. Eres tan sólo un niño, malcriado y un poco desmanerado.

Pero no se lo dí, me quedé quieto, torturadoramente quieto. Quería ver lo que pasaba.

El pulso de Calec se aceleraba a medida que el ángel hablaba, sus orejas se estremecieron por las caricias que recibían. Calec se ruborizó al notar que algo había crecido en sus pantalones, las palabras del ángel tenían un efecto terrible en él.

-¡Sueltame!-Gritó desesperado, temiendo que el chico pudiese notar aquel bulto entre sus piernas.

Ahora ya no miraba al ángel a la cara, ya ni siquiera le importaba que le hubiese llamado niño, ya ni siquiera tenía miedo del ángel sino de si mismo, de lo que estaba sintiendo en ese momento por quien estaba sobre él. "No me sueltes", dijo una vocecita en su interior. Calec estaba atemorizado con sus sentimientos.

- Te soltaré cuando yo decída... Si así lo decido. Ahora, en este momento, eres mio-. Evidentemente, todos eramos libres de hacer lo que quisieramos cuando quisieramos, y eso implicaba no privar de su libertad a nadie. Por lo que castigaría con un beso de nada, y lo dejaría marchar.
Siemrpe y cuando no volviese a molestarle.

Pero cuando me dispuse a acomodarme entre sus piernas para no pesarle tanto sobre las muñecas, descubrí algo muy interesante. Obviamente, habría que sacarle partido y juego a ello... Y yo sabía cómo.

- Tu boca dice una cosa... Y tu cuerpo la contraria. ¿A quien debo creer? En el fondo eres un animal salvaje, y tu instinto es de mas confianza. Y al mismo tiempo, eres humano, un ser racional. Qué curiosa es tu raza. Veamos... Te dejaré elegir. Te suelto, sin más, pero te guardo el castigo. Me besas tu a mi, y quedas perdonado y en libertad. O, te robo un beso, y me debes cien a cobrar en cualquier momento.

Mi sonrisa no dejaba de ser dulce y cariñosa, no por nada era un ángel de la luz. Recordé una curiosidad, que había leido hacía poco. Y mientras esperaba la respuesta del jovencito, la puse en práctica. Con habilidad, comencé a lamerle el moflete, desde un holluelito gracioso a la oreja, con cortos y directos lametones. Decían que eso solía excitar a esta raza.

Se había dado cuenta de la situación de Calec, "era el fin", pensó el hombre gato.
Escuchó con atención las palabras del ángel con mala cara, en ese momento lo único que Calec pretendía era huir de allí lo más rápido posible, se negaba a seguir las condiciones de nadie. Soltó un ligero murmullo ante los lametones del ángel, cerró los ojos intentando pensar en una solución.

-N-nadie me dice lo que tengo hacer.-Dijo avergonzado sin dirigirle la mirada al ángel. Parecía que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento, sólo quería huir de allí lo más rápido posible y no pensaba ceder ante nadie.

Ese murmullo mitad maullido me había gustado, y mucho, por lo que modulé mis viajes con la lengua por su suave rostro para orle hablar mejor, y causarle un cosquilleo mayor. Como esperaba, se resistía, a pesar de que no podía mirarme ni siqueira para plantarme cara. Pues... Creo que le voy a torturar un poco más.

- Nadie te está diciendo lo que tienes que hacer-. Le susurré, suavemente a la linda orejita izquierda-. Sólo te estoy dando tres salidas diferentes, a elegir. No te obligo a tomar ninguna de ellas. Pero por mi, tranquilo. Tengo todo el tiempo de éste mundo.

Y con su corazón como tumptumo de fondo, se me volvió ciertamente pícara la sonrisa, al tiempo que me acomodaba entre sus piernas aún mejor. Me tumbé literalmente sobre él, pero si aportarle nada de peso. Tan sólo, acercando ambas entrepiernas muy peligrosamente.

- Y creeme, nos quedaremos aqui hasta que elijas-. Le sonreí, suavemente, antes de besarle la frente con cariño.

Calec empezó a notar el calor del ángel cerca de su entrepierna, gimió ligeramente justo antes de sonrojarse debido al beso en la frente.

Se sentía atrapado en esa situación, no sabía que camino escoger, así que sin dirigirle la mirada, cerró los ojos e intentó alcanzar sus labios con un beso fugaz. Al separarlos abrió los ojos y soltó:

-Con eso debería bastar, ¿no?-preguntó molesto. Sin darse cuenta se quedó hipnotizado ante los ojos del ángel y le mantuvo la mirada.