Gimió suavísimamente, como el susurró de las pluma de un ángel en total reposo, y se sonrojó cual amapola en floración. Cuanta ternura, cuanta vida, cuanta calidez. Cuanta inocencia. Y qué tremendo contrapunto esa sonrisa suya tan... siniestra.
Sin mirarme, finalmente cerró los ojos y buscó mis labios a tientas. Le ayudé, suavemente, a que me diese un pico tan leve como su gemido. Algo me hacía sospechar que era la primera vez que se veía en una situación como esta. Y, sinceramente, si por mi fuera no sería la última para nada.
- Y sobra, pequeño-. Reí, al verle mantenerme la mirada despues de lucir tan molesto-. Ni siquiera dije que el beso tuviese que ser en los labios.
Dejé pues de aprisonarle con mi cuerpo, y rodé a un lado de su cuerpo, antes de incorprarme y quedar sentado a la perfección. De ahí, en un salto estuve de nuevo de pie. A pesar de que mi vista pasó por su evidente paquete, no comenté nada, y no le dejé saber que le había mirado para no incomodarle.
- Mi nombre es Mal'akh, encantado-. Le dije, con una sonrisa, tendiendole la mano para ayudarle a levantarse-. Y ahora, ¿Me dejarás entrenar en paz?