Visita del gatito (privado Salazar y Calec)

Hay una carta en el buzón de Mal'akh Salazar, sin remite, en la que se puede leer;

Éste será tu oponente.
"Drake Casbart"
Combate o serás eliminado.

Aquel día estaba ya finalizando el que había amanecido como un día como otro cualquiera, pero que no lo sería en absoluto. Me dirigía a la que llevaba siendo ya un tiempo mi vivienda en aquel mundo, maletín de ejecutivo en mano y traje elegante puesto, con las llaves preparadas de antemano.

En el buzón, descansando mitad a la vista, surgía una carta misteriosa, sin remitente ni matasellos; dirigida a mi. Un hormigueo me recorrió la base de la columna. Así era como comenzaba todo, según los rumores.
Con toda tranquilidad, la cogí de su espera y la tomé conmigo al interior de la vivienda. Dejé el maletín junto a mi escritorio de trabajo, y la chaqueta pulcramente colgada, antes de -carta en mano- dirigirme a cerrar las cortinas suavemente.

Una vez hecho, y de cara al este puesto que es el punto por donde amanece y desde donde el cielo observa; abrí la carta lentamente, con enorme cuidado. Tal y como se decía. Apenas un nombre, y la indicación de que habría de luchar.
No sentí miedo, la lucha no me asusta. Nunca lo ha hecho, y nunca lo hará.

Drake Casbart.

Interesante... E inmediatamente, la palma de mi mano izquierda comenzó a aguijonearme. Como si varias abejas me hubiesen picado, ese mismo dolor agudo e insistente. Y el mismo nombre, se grabó en mi mano.

- Comienza el juego...

[Another day, another hour]

Esa tarde en especial, no me apetecía nada trabajar en el buffete con todos pululando a mi alrededor, me apetecía tranquilidad donde poder estirar mis alas más o menos a gusto, y poder comer y beber lo que quisiera (aunque no me hiciese falta) cuando quisiera. Por lo que me quedé en casa tranquilamente, con el pijama a medio caer, el telefono en una mano, y una lista de tareas que hacer en la otra.

Me dedicaba a dar vueltas por todo el apartamento, mientras discutía en alemán y coreano con otros dos buffetes que deseaban el mio, pero sin pagar. Y de eso nada. Me tenía que pagar mis cosas, ¿sabeis? y una casa así es cara; con la exquisita decoración y un masserati y un ferrari en la cochera.

Pero me gustaba mi nivel de vida, y por eso trabajaba tan duro. Además de que me gustaba mi trabajo. Mis estadísticas eran de un 99.9% de absoluciones en todos los casos.

Justo entonces, Calec pasó por allí para volver a su casa cuando vio algo que le llamó la atención en la placa de una de las casas, "Mal'akh Salazar", ¿De qué le sonaba ese nombre?

"¡Ah! aquel ángel endemoniado" pensó. Por un momento su primer impulso fue salir corriendo, pero estaba realmente furioso con ese tipo y -en realidad le apetecía verle- no le gustaba como habían ido las cosas en su primer y único encuentro.

Así que llamó al portero de la casa-con el corazón a mil-esperando poder cobrarse su venganza. Mientras esperaba pensó en volver a salir corriendo, pero se contuvo, pero..¿qué iba a decirle? ¿hola, soy aquel gato al que casi violas el otro día? De nuevo ganas de huir, de nuevo se contuvo.

En mitad de una de las más acaloradas discusiones en alemán, sonó el portero de los jardines delanteos, y mirando brevemente quien era, abrí descuidadamente tanto la puerda del jardin como la de la casa.
Le saludé teléfono en mano desde la puerta, pero no me quedé a esperarle. Cuando estoy nervioso, me gusta pasear, me relaja. Así que me interné de nuevo en la casa para finiquitar la discusión lo más rápido posible dentro de mis posibilidades.

Mi casa era... Bonita, de soltero de oro. Primera planta, cocina y despacho, ambos muy jodidamente amplios. Segunda planta, salón, salón recreativo y cuarto de baño. Tercera planta, mi cormitorio. Lo justo... versión extended. Todo muy elegantemente decorado, con una sobriedad sobrecogedora y obras de arte por doquier.

Yo me dediqué y me puse a subir y bajar escaleras, nervioso, deseando terminar. Las cosas pintaban bien para mi... Si colgaba ya.

La puerta se abrió automáticamente y Calec entró con cautela, pasó a la casa y pudo ver como el ángel se iba hablando por teléfono. El hombre gato se sintió ignorado y refunfuñó. Cerró la puerta tras de si por cortesía y empezó a caminar por donde había visto desaparecer a Salazar. La casa estaba demasiado recargada para el gusto de Calec, no le agradaba nada toda aquella ostentosidad.

Con tanto lujo casi había olvidado para qué estaba allí, así que continuó buscando al ángel, hasta que ya no sabía donde estaba.

-Emm...¿Salazar?

- ¡Kusso!-. Maldecí, cuando le colgué al alemán, ya no sabía ni en que idioma estaba hablando o siquiera con quién. Sin que me duera cuenta, había acabado en mi propio dormitorio, y tenía de visita al enigmático y enfurruñado hombre mitad gato.
Con una sonrisa un tanto más restablecida, bajé las escaleras atléticamente, oyendo su llamada desde mi salón en el segundo piso.

- Estoy aqui-. Le dije, saludandole desde la puerta con una sonrisa un tanto cansada-. Pero vayamos abajo, se está mejor.

Le esperé por cortesía para enseñarle el camino, escaleras abajo todo. Izquierda cocina, derecha despacho. Se lo señalicé todo, lanzando mi móvil al sillón del despacho antes de ir a la cocina.

- Perdona el recibimiento, estaba trabajando en casa.- Le dije, abriendo la nevera, deseando algo fresquito. Mmm... ¿zumo? ¿cocacola? Oh... ya sé, leche. Tomé directamente el cartón de leche y bebí sin tocarlo, elevandolo para que cayera en cascada a mi boca.

Un par de gotas se me escaparon por la garganta, deslizandose por la abierta parte superior del pijama, apenas abrochada en botón y medio, e incluso una de ellas sobrevivió a todo mi torax y acabó en el borde del boxer negro, que se dejaba ver por los caidos pantalones del pijama. Entre eso y mi pelo despeinado, estaba impresentable.

- ¿Quieres algo? Sirvete tu mismo antes de contarme nada-. Le sugerí, cuando terminé de beber. Se me ecapó un gemido satisfecho, al tiempo que me lamía las gotas de las comisuras.

Le siguió por toda la casa hasta la cocina.

-No, no quiero nada, gra...-rechazó amablemente hasta que se dio cuenta de la situación.-¡Eh!, no vayas de buen anfitrión, yo he venido aquí para...-"¿Para qué? ¿para vengarme? ¿cómo pensaba vengarme?", Calec comenzó a divagar, en realidad no lo había pensando demasiado.

-he venido para...-Continuó, furioso.-¿Cómo pudiste hacerme aquello? ¡maldito bastardo!-Fue lo único que se le ocurrió decir.-te odio.-Dijo finalmente-aunque sin sentirlo en realidad-en tono triste.

Primero, comenzó a reaccionar a mi hospitalario ofrecimiento de una manera dentro de lo que cabe bastante normal, de tal manera que creí que iba a estar de buenas tranquilamente, que sólo venía a hablar. Perlo luego prendió, en la ira que yo le había visto el otro día. No era capaz de expresarse muy bien, divagaba, y eso podría significar que yo me podría haber equivocado con él de cabo a rabo.

- Lo lamento... Puedo suponer que he interferido entre tu y tu pareja, por lo que si así lo deseas ,puedo presentar mis disculpas de una manera oficial a ella.- Le dije, muy seriamente, el tono con el que me había dicho que me odiaba era similar a situaciones que habían acabado con un sujeto heterosexual emparentado al que yo había tratado-. Lo lamento muchísimo, no fue mi intención.

Calec se quedó un tanto bloqueado con aquello, "¿pareja? ese no era el problema, el problema era que...¿cuál era el problema?"

-No es de eso de lo que hablo, quiero decir, me..tú, tú me...tú...-Fue bajando cada vez más la voz hasta que ya casi no se le escuchaba.-Bueno, abusaste de mi.-Aclaró bastante tranquilo.-Quiero decir que...aquello fue vergonzoso y...-De repente Calec empezó a gritar cosas sin sentido y a revolverse el pelo agachando la cabeza.-Quiero decir, por alguna razón tú fuiste capaz de...¡¡aggg!!.-Dijo finalmente y mantuvo la cabeza gacha.

Me miró con la boca literalmente boquiabierta, lo que me extrañó un tanto. Si no se refería a eso... ¿A que demoinos se refería? ¿Qué pasaba? ¿Cuál era el problema? Y la mejor manera de encontrar respuestas a ello era que se le dejase hablar a su ritmo a mi visitante.

Me senté en uno de los taburetes americanos que tenía por ahí, y esperé con paciencia, mira ndole interesado en busca de explicación. Conforme habló, le entendí a la perfección.
- Deduzco que era tu primera erección causada por un tercer agetne pues-. Afirmé, interesado, pero tratando de contener mi curiosidad-. Bien. Pues, si te molesta, castigame como quieras. Comprendo que no te gustase, que no lo deseases, y que te sintieses forzado. En mi defensa, alegaré que no deseé obligarte. Que pensé que sabías lo que podría venirsete encima. Aceptaré, como ya te digo, cualquier penalización.

Los ojos de Calec se abrieron como platos al oír esa palabra, "erección", sus mejillas se ruborizaron, pero aún tenía la cabeza agachada así que simplemente se tapó la cara con una mano y esperó que el chico no se diera cuenta de aquello. Se lanzó furioso hacia el estomago del ángel y le dio un par de puñetazos con toda la fuerza que puedo, que no era demasiada, así que lo dejó. Aún sin mirarle a la cara, encendió un cigarro que se sacó del bolsillo de la camisa. Miró al ángel tristemente y dio una calada, procurando expulsar el humo hacia otro lado.

-Será mejor que me vaya, ni siquiera sé por qué estoy aquí.-Dijo,mostrando su faceta más propia, ¿qué le pasaba? por qué se mostraba tal y cómo era ante alguien? ¿por qué ante él?-Un placer.-Añadió justo antes de comenzar a andar hacia la puerta, si no se perdía de nuevo.

Un crisol de emociones se congestionaron en su rostro. Primero sorprendido, luego sonrojado y avergonzado, y luego furia total y dirigida contra mi estómago. Me dejé dar, al fin y al cabo podía darme todo lo que quisiera: aceptaría su castigo. Soy un ángel de palabra
Pero sin siquiera separarse de mi, se encención un cigarro, cosa que miré alarmado. Tenía el mejor sistema antiincendios del mundo, y saltaría a la mínima de humo.

Pero me miró tristemente, y eso me distrajo de hacerle apagar el pitillo antes de que la primera calada llegase al detector de humos.
Y, voilá. Ducha gratis para mi cocina. Eso le apagó el pitillo, puesto que era una inmediata tromba de agua para esa habitación, por lo que no había riesgo de que en mas habitaciones surgiera la alarma.

Con un suspiro, me quité el pijama y desplequé las alas para cubrirle. Siendo medio gato, no debería de gustarle mojarse así.
- No me gusta el tabaco-. Le recordé, sonriendo, mirando el pitillo echado a perder-. Y mi alarma es muy sensible. Lo lamento también.

Al mismo tiempo que él estaba resguardado bajo mis alas, yo estaba tomando una buena ducha, hasta que no pasaran los cinco minutos de seguridad. Me apoyé contra la encimera, y le miré pensativo. Así... que... su primera erección... ¿eh? Por una parte, me lo comía ahí mismo. Por otra, no debía presionar.

- Aún no sé cómo te llamas. ¿Me darás al menos ese privilegio?-. Pregunté, algo inseguro por primera vez en... ¿siglos?

De repente empezó a caer agua, era la alarma antiincendios. A Calec no le importó realmente, pero sí se sintió un poco culpable por haberla hecho saltar. El ángel lo protegió entre sus alas, al abrirlas el hombre gato se asustó, por lo que apoyó la mano que no portaba el cigarro, en el pecho de Salazar, se sentía cálido y agradable, pero apartó la mano un poco avergonzado.

Calec seguía con la cabeza agachada, miraba fijamente su cigarro mojado sin verlo realmente, estaba pensando en todo lo que había estado sintiendo últimamente. Él, que era una persona a la cual le gustaba divertirse jugando con mujeres y que creía fervientemente que no necesitaba a nadie para ser feliz. A pesar de todo eso, había conocido a alguien con quien se sentía bien, que le hacía ser él mismo. Y lo peor era que esa sensación cada vez le asustaba menos y le gustaba más.

Salazar resultaba dulce y era atento con él, Calec no podía dejar de pensar en..."¡oh dios! éste tío..." no era capaz ni de admitirlo para si mismo pero sí, le gustaba...y mucho.

Entonces, Salazar lo sacó de su ensimismamiento preguntándole su nombre.

-Eh...me llamo Calec.-Dijo en voz baja y siendo incapaz aún de mirarle a la cara, pero sin separarse de él.

Aunque, el hecho de que se hubiese apoyado en mi pecho no me importó, y de hecho me pareció lo más mono y adorable que había visto en años; me sorprendió que se quedase tan quieto. No era miedo, no olía a tal, parecía ser tan sólo que se había quedado totalmente sumido en sus pensamientos.

Finalmente, me regaló el privilegio de conocer su nombre, sin siquiera mirarme a la cara pero sin separarse de mi.
Dios mediante, de testigo, ése gato era la cosa más adorable que el destino me hubiera puesto por delante. No supe si decirle de nuevo mi nombre -descartado porque estaba en mi casa, ya se lo sabía de sobra-, decirle que encantado de conocerle... O qué hacer.

Así que simplemente apoyé mi mano en su cabeza, entre sus orejas, como si se tratara de una palmadita suave, antes de inclinarme un poco para darle un beso en la coronilla. Me quedé así, un tanto, quieto, sin querer asustarle.

El rostro de Calec se tornó sorprendido ante el beso del ángel, lo miró a los ojos ruborizado. Agachó la cabeza para dejar el cigarro apagado en su cenicero portátil y se quedó quieto durante un rato hasta que decidió sincerarse.

-La verdad...la verdad...-Empezó a decir en voz baja.-hay algo de ti que puede que me guste.-Dijo justo antes de cambiar de actitud.-Pero eso no significa...-gritó enfurecido.-nada...-Añadió finalmente de forma calmada y tímida.

Tras esto miró enfadado hacia un lado, como un niño contrariado, pero mirando por el rabillo del ojo el comportamiento del ángel.

¿Por qué le gustaba estar con él? ¿Por qué estaba siendo capaz de decir cosas agradables? ¿Por qué deseaba que le tocara...? El pequeño gato no sabía qué pensar...

Hizo desaparecer de la vista la colilla, cosa que en mi fuero interno agradecí un tanto. Tras unos instantes de calma y reflexión, en los que se tomó el tiempo que quiso, habló de nuevo. Atento a todas sus palabras, no me sorprendió nada lo que me iba diciendo.

Sonreí suavísimamente, sonreí lo justo para que viera que me gustaba lo que decía, pero no como para que se ofendiera y creyera que me estaba riendo de él. Para nada.

- La verdad, es que yo creo sin embargo que no tienes nada que no pueda llegar a gustarme-. Le dije, a cambio del halago que me había regalado-. Y, si quieres, y te hace sentir mejor, puedo devolverte el beso que me diste. Sin intereses ni nada.

El chapuzón con la alarma antiincendios había terminado hacía ya un tanto, pero el pequeño gatito lucía lindo entre mis alas. Aún así, las plegué y guardé a mis espaldas. Era el método más rápido de secado.

Calec se sonrojó ante las palabras del ángel y se mostró arisco. Aunque al oír lo último su cara parecía incluso lastimosa, por el simple hecho de no saber como decir lo que realmente deseaba en su interior...más que un beso.

A pesar de haber visto como el ángel plegaba sus alas, el gatito seguía sin separarse de él, pero entonces, hizo algo que ni él mismo se esperaría.

Miró a Salazar a los ojos, aunque no directamente, sino con la cabeza agachada. Lo miró suplicante, esperando que el ángel pudiese entender lo que deseaba sin tener que renunciar a su faceta cabezona, que nunca pediría ningún tipo de caricia de nadie. De hecho, Calec se sentía tan confundido por querer el cariño de alguien, por primera vez en toda su vida, que tenía ganas de darse de cabezazos contra algo.

Se sonrojó, pegado a mi, y a este paso me lo comería a besos con tal de que siguiera así de mono. Y, cuando me miró a los ojos, tan sumisamente, no pude evitar morderme el labio. Por un lado, sabía que no era exactamente sumisión, era más una súplica de amor. O cariño. Por otro lado, a mi no me importaba darle lo que pedía.

Como aún tenía mi mano en su cabecita, bajé con ella por su pelo, acariciandole, y deslizándola por un lado de su rostro, acabé por tomarle de la barbilla e izarle hacia mí sus ojos. Lentamente, dándole opción a retirarse si quería, bajé mi rostro a sus labios, y le dí un suavísimo pico, ligero como pluma de ángel.

Me tomé mi tiempo para que disfrutase del contacto de nuestros labios, antes de separarme de su dulzura. Me quedé a apenas diez centímetros de sus labios, relamiendome los mios y disfrutando de su aliento.

- ¿Me dejas irme a secarme?-. Le pregunté, tomando conciencia por primera vez de que estaba empapadísimo con tal de haberle protegido antes.

Calec cerró los ojos a medida que los labios de Salazar se acercaban a los suyos, colocó las manos en el pecho del ángel y se colocó de puntillas para recibir el beso.

Era la primera vez que alguien le besaba-sin contar el beso en el bosque-, la primera vez que sentía algo así por alguien, la primera vez que era capaz de dejar su forma de ser cabezona para obtener lo que quería.

Al oír la petición del ángel se percató de que él también estaba algo mojado, aunque no tanto como Salazar. Se apartó un poco de él para dejarle espacio, Movió las orejas levemente y asintió con la cabeza agachada.

Se separó de mí ligeramente, al tiempo que movía sus orejitas de manera casi hipnótica y no pude resistirme a acariciárselas al tiempo que pasaba hacia la puerta de la cocina.

- Como si estuvieras en tu casa-. Le dije, aunque no había necesidad de hacerlo-. ¿Quieres una toalla, o ropa seca? Tengo de todo, de todas las tallas, arriba en mi cuarto.

Yo por mi parte, no sabía si me apetecía una ducha o simplemente secarme y cambiarme, pero por deferencia a mi invitado, me limité a subir a mi cuarto, tomar una toalla y secarme el pelo al tiempo que buscaba una muda. ¿Qué era lo apropiado? ¿Otro pijama, un traje, ropa casual...? Si tan sólo fuese un ángel normal lo tendría más fácil.

Calec se mantuvo mudo tanto durante las caricias de Salazar como con su pregunta. Simplemente lo miró para ver como se dirigía al piso de arriba, dudo entre esperarle allí o subir, al fin y al cabo no le había dado una respuesta, aunque con una toalla estaba más que conforme.

Miró las escaleras y decidió subir en busca del ángel, aunque no se atrevió a entrar en la habitación por si se estuviese cambiando, así que lo esperó en la puerta sin mirar lo que estuviese haciendo.

Se apoyó en la pared y le entraron ganas de fumar, pero recordó la alarma antiincendios y decidió dejarlo para más tarde. Se sacudió un poco la cabeza, para secarse las orejas como pudiese, pero estaban húmedas aún.

Finalmente, decidí que otros pantalones de pijama cualquiera serían más que suficientes, dado que de momento no tenía planes de salir de casa... Y menos desde que el lindo gatito había venido a verme. Que por cierto, no me había quedado muy claro por qué había venido.

Una vez seco y cambiado, salí de mi habitación para lanzarme a la aventura de encontrar a mi... ¿Mi gatito? ¿Ya le tenía un posesivo? En fín... A lanzarme a la aventura de encontrar el escondite de mi gatito, pero casi me lo tropecé nada más salir. Le sonreí, algo sorprendido de encontrármelo ahí, e imaginé que me habría seguido en busca de una toalla.

Sin cruzar palabras, entré de nuevo en mi cuarto y tomé una toalla limpia de mi armario. Dudé entre tendérsela o secarle yo mismo el pelo, pero finalmente me limité a lo primero; no quería hacerle daño sin querer.

- ¿Salón o despacho?-. Pregunté, para saber dónde quería hablar más cómodamente, esperando con tranquilidad a que se secara y me diera una respuesta

Calec estaba distraído, preocupado por lo que había acabado haciendo allí, cuando Salazar apareció y lo sacó de su ensimismamiento, Calec lo miró sin saber qué decir y esperó hasta que el ángel volvió a salir y le cedió una toalla.

-Gracias.- Dijo mientras empezaba a secarse las orejas con cuidado.-Um..no lo sé, ¿salón?-Dijo, intentando perder un poco la timidez y hablar, mientras aún se estaba secando el cabello.

Mientras hacía esto, Calec se fijó por primera vez en el olor del ángel en la toalla, era agradable, lo suficiente como para que se le escapara una pequeña sonrisilla.

Aun con sus dudas, prefirió el salón, y de algún modo eso me pareció más correcto, en mi despacho sería demasiado formal y tal vez deliciosas fantasias sobre situarle en mi escritorio, y entre mis piernas. Y no quería asustarle como en el bosque, de todas maneras.

- Si, estaremos cómodos-. Le sonreí, tratando de ser tan cortés como siempre. Viendole sonreir contra mi toalla, le tendí una mano silenciosamente, quería que bajaramos así a la segunda planta.

Me hacía... No sé... ¿Ilusión? Que confiase en mi como para tenderme la mano y bajar así el tramo de apenas una quincena de escaleras, hasta el salón, decorado con un grandísimo sofá, una mesa de café, una mesa estilo comedor con seis sillas y una elegante lámpara de araña. Nada fuera de lo normal.