Vi como la chica caía inconsciente y suspiré cansado mientras recogía mi látigo y lo colocaba a un lateral del pantalón. Recogí mis cosas de donde las había dejado, y le eché la chaqueta por encima a la joven, antes de alzarla en brazos. Apenas pesaba nada, y contemple sus heridas, no la podía dejar así. Comprobé que la marca de mi mano había desaparecido.
Guardé silencio para no molestarla, y salí de allí caminando a paso firme hacia mi casa.